Mises Wire

La política lo ha infectado todo en nuestra sociedad, especialmente los medios

Una de las pocas cosas en las que la mayoría de los americanos están de acuerdo hoy en día es que existen graves problemas con el actual entorno de los medios. Los conservadores llevan décadas denunciando a los «medios liberales», tachándolos de ser un brazo poco disimulado del Partido Demócrata y, recientemente, de las grandes farmacéuticas. Mientras tanto, los progresistas parecen culpar a la multimillonaria Fox News de casi todos los problemas a los que se enfrenta América.

Incluso la gente de los medios del establishment está preocupada por la cobertura de sus colegas de las acusaciones de Trump y las elecciones de 2024 en general, luchando con el hecho de que el candidato que odian es tan bueno para su negocio.

Todas estas críticas pueden parecer únicas. Pero, en realidad, no son más que variaciones del mismo argumento básico. Que los medios están destinados a desempeñar un papel importante en nuestro proceso político, pero que una ciega carrera por los lucros ha corrompido el periodismo y lo ha dejado incapaz de servir a su propósito más elevado. En realidad, esto es exactamente al revés. Los problemas de los medios actuales provienen de la política, no de los lucros.

En esencia, el periodismo es un servicio en el que se recopila información sobre acontecimientos recientes o en curso y se comunica a los interesados. Hay muchas razones para pagar por este servicio. Y, lo que es más importante, los objetivos de los consumidores de noticias pueden variar y de hecho varían. Tal vez quieran noticias sobre la zona en la que viven o una causa concreta que les interese. Tal vez quieran estar al día de los acontecimientos que afectan directamente a su trabajo. O tal vez disfrutan aprendiendo sobre algo o manteniéndose al día con alguna celebridad o equipo.

Existe mucha variedad, pero también podemos identificar una dicotomía de consumidores de noticias. Por un lado están las personas que necesitan información específica que les ayude a tomar una decisión. Imaginemos a un padre que sigue de cerca una tormenta, tratando de determinar si necesita trasladar a su familia al refugio contra tornados. O imaginemos a una ejecutiva que sigue un golpe de Estado en el extranjero para decidir si necesita sacar a los empleados cercanos de una situación potencialmente peligrosa.

Por otro lado están las personas que consumen noticias con fines educativos o de entretenimiento. Imaginemos a alguien que quiere relajarse después del trabajo y escuchar a su comentarista deportivo favorito analizar los resultados del draft de la NBA o enterarse del último drama de una pareja de famosos. Un grupo necesita información precisa para sopesar una decisión seria y potencialmente costosa. El otro quiere apoyarse en sus tendencias tribalistas o cotillas para divertirse desde la comodidad del salón. Ambos tipos de consumidores de noticias pueden ver satisfechas sus necesidades únicas en el mercado.

Pero cuando la política entra en escena, confunde estos dos grupos demográficos de la peor manera. Desde pequeños nos enseñan que vivimos en una democracia. Que «nosotros», como votantes, determinamos lo que hace el gobierno y que tenemos la obligación de mantenernos informados sobre lo que hace el gobierno porque somos los que dirigimos el barco. Porque los buenos ciudadanos conocen la mecánica bancaria, la ciencia del clima, las tendencias de la inmigración, la dinámica tribal del este de Afganistán y mucho más. En otras palabras, los buenos ciudadanos siguen las noticias.

Aunque esto fuera un ideal deseable —no lo es—, el proceso político nunca podrá incentivar el consumo cuidadoso y deliberativo de noticias que veríamos en el padre que vigila una tormenta peligrosa o en el ejecutivo que sopesa si debe evacuar a sus empleados. A lo sumo, un pequeño puñado de individuos están implicados en estas situaciones. Y como tanto el padre como el ejecutivo son responsables de la seguridad de las personas que les importan —y de la salud financiera de la compañía, en el caso del ejecutivo—, ambos serán muy conscientes de los perjuicios de una decisión equivocada. Y, lo que es más importante, probablemente tendrán claro si eligieron mal después de los hechos.

Tanto los votantes como los gobiernos que supuestamente controlan están protegidos de estos incentivos y mecanismos de retroalimentación. Incluso a escala hiperlocal, el impacto de tu voto en las decisiones políticas es insignificante. Eso reduce lo que está en juego a la hora de tomar una decisión equivocada. Añádase a esto que probablemente votarás a un político que tomará muchas decisiones. Y como el gobierno está institucionalmente protegido de las pérdidas económicas, la información sobre si se han tomado las medidas correctas también se ve empañada. Y recuerda, todo esto es a nivel local. Si se amplía a escala estadual o nacional, estas características se agravan hasta el absurdo.

¿Es de extrañar, entonces, que los votantes con poco o ningún incentivo para asegurarse de que tienen razón, y que además están protegidos de la retroalimentación cuando se equivocan, caigan en los mismos hábitos mediáticos que los que consumen noticias deportivas y de entretenimiento? Si se supone que hay que seguir estas cosas, especialmente antes de las elecciones, ¿por qué no consumir las opciones más entretenidas? ¿Cuál es el inconveniente? ¿Y qué hay más entretenido que la comida basura intelectual tribalista que vemos hoy en día? Sienta bien que te digan que tienes razón y que la gente con la que no estás de acuerdo es estúpida.

No es que la chatarra intelectual tribalista sea un problema en sí misma. La mayoría de los medios deportivos están estructurados de esta manera. Sólo se vuelve peligrosa cuando se mezcla con las políticas gubernamentales del mundo real. Porque recordemos que la política consiste en utilizar la violencia para obligar a la gente a actuar de una forma que no desea. Es un asunto muy serio que causa mucha miseria, pobreza y muerte en todo el mundo.

La política, no la economía, es la raíz del problema de los medios de comunicación. El mercado sabe dar a los consumidores lo que quieren. Esto no absuelve a los medios establecidos ni a la clase política. Se benefician enormemente de este entorno mediático politizado a nuestra costa, como otros han dejado claro. Pero la política distorsiona el consumo de medios de la gente, les lleva a consumir contenidos que confirman sus prejuicios sobre temas de crucial importancia que no son de su incumbencia, les anima a empujar esas malas decisiones al mundo real a punta de pistola, y les protege de los costes directos de equivocarse. ¿Por qué íbamos a esperar que eso saliera bien?

image/svg+xml
Image Source: Adobe Stock
Note: The views expressed on Mises.org are not necessarily those of the Mises Institute.
What is the Mises Institute?

The Mises Institute is a non-profit organization that exists to promote teaching and research in the Austrian School of economics, individual freedom, honest history, and international peace, in the tradition of Ludwig von Mises and Murray N. Rothbard. 

Non-political, non-partisan, and non-PC, we advocate a radical shift in the intellectual climate, away from statism and toward a private property order. We believe that our foundational ideas are of permanent value, and oppose all efforts at compromise, sellout, and amalgamation of these ideas with fashionable political, cultural, and social doctrines inimical to their spirit.

Become a Member
Mises Institute